La niebla se apodera de todo en las gélidas mañanas castellanas en invierno. Sin embargo, es esta niebla la que precisamente le da un toque casi místico a las dehesas charras, colándose entre las encinas, formando así una estampa de lo más hermoso.
Todos los fríos días del invierno al ponerse el Sol, mientras estamos preocupados de nuestras cosas, cientos y cientos de grullas se congregan en numerosos bandos para pasar la noche juntas cerca de un humedal. Dejando su estela de griteríos y algarabías, nos brindan uno de los más formidables espectáculos de ésta época.
Al llegar a su lugar de descanso, centenares de individuos se agolpan cerca de una laguna para pasar la noche. A muchas de ellas, de hecho, les gusta dormir con las patas en el agua, con el fin de poder escuchar a un posible depredador como un zorro o algún lobo, que tendrían que chapotear en la laguna para llegar hasta ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario